Septiembre está más cerca de lo que parece, aunque antes que él llegará una última alegría: Super 8, el gran estreno del verano para un servidor, con permiso de Harry, Conan, Transformers, el Capitán América y el bueno de Woody. Sin embargo, antes de la llegada de Abrahams el verano ya ha ido dejando algunas cositas:
Un cuento chino: Película escrita y dirigida por Sebastián Borensztein que se salva gracias a Ricardo Darín. Al argentino se le da de muerte hacer de hombre huraño con buen fondo… De hecho, se le da tan bien que corre el peligro de olvidar que es capaz de hacer otras cosas. La historia cuenta poco o nada. Una anécdota verídica que no viene demasiado a cuento sirve para introducir el elemento del realismo mágico. Por desgracia todo suena ha visto y el chino co-protagonista no se quita la careta de despistado en ningún momento. Si llegan a hacerla con dinero y actores del star system hollywoodiense todos coincidiríamos en que es un truño, pero al tener los nombres de Borensztein y Darin parece que da un poco más de cosica hacerlo.
Midnight in Paris: Ni el mejor Woody Allen, ni un nuevo Woody Allen, ni el Woody Allen más divertido, pero puede que sí el más correcto desde hace mucho tiempo. Con unos minutos iniciales dedicados a rodar un anuncio de París, el resto de la película navega por un mar de irrealidad que recuerda al dela Rosapúrpura del cairo. Inocente, divertida, despreocupada. Lo mejor de la propuesta es precisamente su ligereza e intrascendencia. Es una bromita agradable que aporta poco. Woody no hace nada nuevo ni revolucionario. Si acaso, vuelve a un terreno que conoce bien. Igual que Bruckheimer repite fórmula de explosiones cada año, Woody se repite a sí mismo. A unos les gustan los tiros y efectos especiales y a otros los diálogos ingeniosos que les hacen sentir inteligentes. Afortunado yo, que soy lo suficientemente estúpido como para disfrutar las dos cosas. Owen Wilson no es el alter ego definitivo de Allen, pero sí uno de los mejores.
El origen del Planeta de los Simios: La sorpresa del verano, para bien. Más inteligente de lo que se esperaba, pretende poner el acento en los personajes, aunque sin renunciar al espectáculo. Consciente de sus propias limitaciones, la película propone una historia sobre padres, hijos y otros simios. Ágil en su desarrollo y de metraje medido, sin ser un ensayo sobre la naturaleza humana sí que se arriesga a profundizar en sus protagonistas más de lo que, por ejemplo, profundiza Woody Allen en los suyos. Lithgow, Franco y Andy Serkis son una tripleta protagonista solvente y efectiva. La inclusión de una ella, Freida Pinto, por exigencias de la industria, se supone, sólo molesta… y mucho. Las escenas de acción son más que funcionales y el guión se muestra sólido, lo que no quita para que tenga sus incoherencias. Por desgracia, los mismos prejuicios que abarrotaron las salas para ver la versión de Tim Burton dejarán las de esta precuela medio vacías. Eso sí, por prometedor que pueda parecer Rupert Wyatt, que lo parece, es un crimen tener a Brian Cox a mano y darle un papelito de cabroncete en vez de un papelón de hijo de puta.
Harry Potter (no sé qué número): Ostias, ostias y más ostias. La última entrega de la saga mágica por excelencia está casi completamente dedicada al asedio a Hogwarts. Demasiado metraje para tan poca épica. A quienes hayan leído los libros les fascinará, supongo, pero la verdad es que sabe a poco. Demasiado predecible. Las pinceladas oscuras le sientan bien a la trama, pero el desenlace se merecía una mirada más detenida sobre las muertes de algunos personajes. Al espectador le dejan con la constante sensación de haberle robado metraje a la historia. Creo, firmemente, que habrá un versión extendida más épica con todos esos decesos de padres y hermanos que nos han escamoteado porque, sí, la última de Harry va de eso, de muertes y algún que otro magnífico secundario. Por cierto, desde aquí abro un debate: ¿Qué final es más ñoño, el de Harry o el del Señor de los anillos?
Capitán América: Estoy a punto de declarar a Joe Johnston enemigo de la humanidad… Pero todavía no me atrevo, sobre todo porque los realmente culpables son los de Marvel, por su evidente falta de coraje a la hora de hacer películas. Es cierto que se la jugaron con Thor, pero con el Capitán América iban de vendidos. La filmografía de Johnston habla por sí sola. Cine infantil que sólo consiguió despuntar mínimamente con Jumanji. Tanto Rocketeer como Cariño he encogido a los niños eran buenas para el sector al que iban dirigidas, creo que disfruté viéndolas de pequeño, pero de ahí no pasaban. Aunque Johnston, que ha suspendido todas sus pruebas de madurez (Cielo de Octubre y El hombre Lobo), sepa hacer productos entretenidos, como Océanos de Fuego o Parque Jurásico III, lo cierto es que éste Primer Vengador se le queda grande. Es un funcionario, no un creador. La película tiene una ambientación atractiva, pero sus personajes e historia son de segunda. Especialmente pobre es el resultado de las escenas de acción. Le falta más tensión que a Harry y le sobran planos de película de sobremesa. Nos la esperábamos peor, es cierto, pero al verla da la impresión de que no era tan difícil hacer algo interesante. Lo mejor, como siempre, los momentos dedicados a la creación del héroe. Por eso funcionan todas las primeras partes… Menos Linterna verde, claro… Perdón, casi me atraganto con un ataque de risa tonta.
Las que me faltaron del verano: Blackthorne, perfectamente disfrutable en DVD; Transformers 3, que si no la padecimos en cines, a santo de qué coño vamos a dejarla entrar en la santidad de nuestros hogares en formato de disquete plateado; y Pequeñas mentiras sin importancia, porque ver una peli francesa siempre me hace sentir más listo y además dicen que ésta es graciosa.